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Puig no da la cara

Autor: Isabel Bonig Trigueros, Presidenta del Partido Popular de la Comunitat el Valenciana

Puig no da la cara. Sigue callado ante los escándalos que tienen que ver con su entorno y el de Mónica Oltra.

Lo peor de un dirigente público es esconderse y no dar la cara. No ofrecer explicaciones ni asumir responsabilidades. Y en eso los socialistas Ximo Puig y Pedro Sánchez, aquí y allá, están alcanzando niveles execrables. Exigen mucho a los demás, pero ellos son líderes en opacidad y falta de transparencia demostrando que no son de fiar y que su palabra no sirve de nada.

Ximo Puig sigue callado ante los escándalos que van sucediendo y que tienen que ver con su entorno y, ahora con el de su vicepresidenta Oltra. El president de la Generalitat continúa mirando hacia otro lado subiéndose al coche oficial como si aquí no ocurriera nada. Al ignorar sus obligaciones como president de todos los valencianos, Puig supera al mítico Houdini en el arte del escapismo.

Siempre que alguna crisis afecta al Consell coge un avión para salir huyendo. Ahora está de viaje en Londres para no dar explicaciones sobre qué piensa hacer con la política de menores de la Generalitat y evitar que vuelvan a ocurrir casos como el que acaba de sacudir la opinión pública. ¿Alguien le ha oído decir qué medidas piensa tomar?... silencio. También se esconde ante las sospechosas subvenciones millonarias recibidas por las empresas de sus hermanos y de sus amigos investigadas por la Agencia Antifraude, la Fiscalía Anticorrupción, dos juzgados de Valencia, el Tribunal de la Vompetencia y dos consellerias de su propio gobierno. Este Puig silente es el mismo que en el año 2013 decía que «no se pueden usar las instituciones valencianas para beneficiar a empresas familiares».

Lo mismo que Pedro Sánchez, quien sigue sin asumir responsabilidades por los ERE ni explicar los ministerios que ofrece a Podemos, las cesiones a ERC o las negociaciones con Bildu. Lo peor de todo este mutismo presidencial, más allá de la cobardía, es la repercusión directa que tiene sobre los ciudadanos.

Su mala gestión se traduce en una administración lenta, opaca y mal gestionada, donde la principal preocupación es enchufar a los amigos y el sectarismo, en lugar de la eficacia y el servicio a las personas. Los valencianos padecemos déficit galopante; listas de espera quirúrgica disparadas en la Comunitat Valenciana con 133 días de espera y duplicando la de Galicia, Cataluña o Madrid; el 7% de los hogares valencianos vive en pobreza energética; hay colapso e impago en los centros de menores, en los de educación infantil; 12.000 alumnos en barracones por no gastar los previsto para construir colegios; los trabajadores afectados por un ERE se han incrementado un 334% en los primeros nueves meses del año, hay miles de dependientes que siguen en situación desesperada…

Y, mientras, Puig sigue mudo, escondido en su torre de cristal sin dar la cara, ajeno a la realidad de los ciudadanos de a pie. Solo ocupado en buscar echar la culpa a otros de las consecuencias de su propia incapacidad. Es evidente que su tiempo ha terminado. Ha cumplido su ciclo.

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