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Autor: Rubén Ibáñez Bordonau. Diputado Corts Valencianes
Se suele pensar que cuando un gobierno no goza de la mayoría parlamentaria, la capacidad de diálogo y consenso entre las fuerzas políticas está más que asegurada, y por lo tanto no existe la supuesta imposición parlamentaria del partido en el poder.
Sin embargo, hay casos que demuestran que dicha afirmación no es cierta. Por un lado la Diputación de Castellón, gobernada por el PP, ha llegado a numerosos acuerdos, incluso en sus presupuestos, con los diferentes partidos que conforman la institución. Es por tanto un gobierno de mayoría donde el diálogo, el consenso y los acuerdos funcionan y se aplican.
Por otro lado tenemos el Consell de Puig y Oltra, un gobierno que perdió las elecciones, sin mayoría, pero que huye del consenso y del diálogo y aplica el mayor de los rodillos nunca conocido. Hay que reconocer que esto se produce no por culpa de Puig y de Oltra, y de los partidos a los que representan. Esto ocurre por la incapacidad de Podemos de alzar la voz para cortar la imposición y el ordeno y mando que desde el Palau de la Generalitat se dicta. Podemos es una comparsa más de Puig y de Oltra. Es el socio necesario para atropellar los derechos de los valencianos y recortar las libertades públicas. No se puede entender de otra forma que, con la permisividad de Podemos, los líderes del PSPV y Compromís consigan gobernar a golpe de decretazo, y van ya ni se sabe.
Esta es la triste realidad de un Consell que pregonaba en sus inicios una legislatura abierta y transparente, donde el diálogo y el consenso sería la norma a seguir. Sin embargo, aquellos propósitos se quebraron el día que lograron los ocho votos de Podemos que les hacían falta para gobernar a Puig y a Oltra. Desde ese momento la maquinaria de la imposición, transformada en decretazos, la de los recortes a la libertad reduciendo la capacidad de asociaciones, colectivos, sindicatos a recurrir decisiones, se ha convertido en la forma de gobernar de un Consell que está de salida y que nunca llegó a convertirse en el gobierno de los valencianos. Solo era el gobierno de sus votantes. Hoy no importa el diálogo ni el consenso, hoy se imponen las decisiones y se tacha de desleal a quien piensa distinto. Es un radicalismo elevado el que está convirtiendo al Consell de Puig y Oltra en el gobierno del rodillo, donde la imposición es el patrón a seguir los derechos individuales son arrinconados en beneficio de una mera satisfacción partidista.
Hoy, la democracia en nuestra autonomía está sufriendo el duro castigo de la imposición silenciosa, de la falsa sonrisa de cara, y del rodillo sistemático por la espalda. Hoy o se piensa como el Consell o eres un desleal a la Comunitat.
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