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Autor: Elena Vicente-Ruiz, secretaria general PPCS
En los últimos meses estamos siendo testigos del desmoronamiento del gobierno valenciano, que ha pasado de rozar la santidad, laica por supuesto, al embarramiento más sucio y oscuro, y es que cuando uno va de mesías, de íntegro y de ejemplo, cuanto menos tiene que tener una hoja de servicios más limpia que una patena.
Lejos quedaron las camisetas de Mónica Oltra, que hablabande chorizos, de víctimas y de higiene democrática. Los comportamientos altivos han dejado paso a las caras largas, a cabezas agachadas y a mofletes más rojos que una manzana de caramelo. La financiación de la izquierda de la Comunitat Valenciana ha salido a la luz, y hay más sombras que en una película de Tim Burton.
Hemos descubierto por ejemplo que ya sabemos por qué el PSPV condenó a la provincia a tener unas infraestructuras ruinosas como las desaladoras, que costaron en Castellón más de 100 millones de euros y que no han servido, de momento, para nada, bueno, sí, para financiar las campañas del PSPV del año 2007.
Tampoco sale Compromís muy buen parado, empresas amigas pagando campañas electorales a cambio de contratos para la administración valenciana y los ayuntamientos franquiciados, muy limpio todo. Bolis, carteles, fotos…, y otros gastos menos confesables, juergas varias, vamos.
Lo último que hemos descubierto ha sido que la financiación del PSPV acababa en cuentas en Andorra y en un grupo hotelero en el Caribe.
Resulta que la izquierda valenciana ha creado un entramado corrupto, un ríete tú de los tiempos del Padrino. No sólo han demostrado que llevan la corrupción en el adn, es que además demuestran a diario que son incapaces de gobernar.
Han desistido de sus responsabilidades, ni colegios, ni dependencia, ni vivienda, ni discapacidad. Todo se ha vuelto secundario, ni la sanidad se salva de la negligencia de los políticos valencianos.
Ahora todos los recursos públicos se van a destinar a chiringuitos como À Punt, con el objetivo de adoctrinar y vender humo, y por supuesto aniquilar al PP. Es una lástima que nuestra comunidad haya terminado así, que haya que ir a los juzgados para defender la lengua, la educación o la sanidad.
Al final, realmente Botànic se escribe con B.
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